La hora del movimiento




    Un dingo y un pitilingo
vinieron de Oceanía.
El dingo me dijo guaú
y el pitilingo
se revolvía.

   Tengo una manga golera,                    
quiero que suene la conga
y la salsa brasileira.

   Del tango a la sarandonga
todo lo puedo bailar,
a mi me sale ese ritmo
y me sale natural.
Ritmo cardiaco y a pares
bandazo sensacional...
¡Que no se pare ese ritmo
hasta que se detenga
 el mar!
Yo con ese dingo bailo
porque no me va a ladrar
y sólo una cosa le digo:
un dingo mientras se mueva
sé que a nadie morderá.

   ¡Venga la salsa!
Y que se tiña de lila.
Aquí no hay ni hambre
para quien baila, chiquilla.

   Y sépalo usted:
Ni por más vueltas que des
ni con todas las que das,
ni con las combas del Congo
a tu vida me atarás.

  Y sépalo usted:
que de tú te trato ¡oiga!
y ¡que me dejes hablar!
Te pongas como te pongas
ni por todo lo que tengas
voy a ser yo tu señooora.
¡Vamos! que esta
esta que es tan mala
esta si que es buena,
¡Que no me caso contigo
jobares yá del jobar!
Y ni aunque me des
 mucha pena.
 Y sépalo usted:
Ni por más vueltas que des
ni con todas las que das,

ni con las combas del Congo
ni pitilingo incluido
a tu vida me atarás.



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